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sábado, 8 de noviembre de 2014

De Capileira a Trevélez

Barranco del Poqueira

Vislumbres de África
Vislumbres del otoño


Vislumbres de África, tituló Pedro Antonio de Alarcón un capítulo de su viaje a la Alpujarra en el que sube a las faldas de Sierra Nevada. A caballo, que no a pie, alcanzó una altura y una posición que le permitiera simultanear la nieve y la visión de la Berbería, de las costas de África al otro lado del mar de Alborán. Partiendo de Yátor  terminó en Yegen. Nosotros con similar objetivo salimos de Capileira para llegar a Trevélez.

Fue en marzo cuando subió Pedro Antonio,  a primeros de noviembre nosotros. Además de las enormes vistas buscábamos el otoño en los castaños, en los robles, junto a las acequias y a la orilla de los ríos. A medias lo encontramos. El calurosísimo octubre lo había retrasado todo. Las hojas apenas habían alcanzado el verde pálido en su camino al dorado.

En nuestro camino pisamos tres tahas: Poqueira, Ferreira y la de Juviles, que empieza en Trevélez. Luis del Mármol Carvajal dice de esta tierra en su Historia del Rebelión y Castigo de los Moriscos de Granada, dice que "son los castaños tan grandes, que en el lugar de Bubión había uno donde una mujer tenía puesto un telar para tejer lienzo entre las ramas, y en el hueco del pie hacía su morada con sus hijos; y cuando el comendador mayor de Castilla entró con su campo en la Alpujarra, estando en aquel lugar, vimos seis escuderos con sus caballos dentro del hueco de aquel árbol. Como los lugareños viejos, con mejor o peor salud, siguen viviendo aquí grandes castaños

Esta excursión de hoy sigue el sendero Sulayr que circunda el parque nacional. Está correctamente señalizado y acondicionado. En nuestro caso y para aliviar las primeras cuestas, subimos en coche unos kilómetros por encima de Capileira, hasta un mirador que le llaman  los Tajos del Ángel. En total pateamos unos 15 Km. , 950 m. de subida acumulada y 750 m. de bajada. El tiempo fue bueno y algo fresco. La dificultad de la ruta está más en la intendencia que en el caminar. Hay que llevar dos coches, dejar uno en Trevélez para la vuelta y regresar a Capileira para iniciar la marcha. Mucha curva, mucho tiempo y un poco coñazo.

El desayuno fue el primer inconveniente y hicimos en Lanjarón, en el bar Molinillas donde solemos cuando andorreamos por aquí. Digo inconveniente porque a las tostadas de jamón con su tomate y aceite le añadimos buñuelos alpujarreños. Son bastante pesados y ya juntando todo y en cantidades desaconsejadas por el buen sentido provocan un efecto tal que incluso en los mas tremendos repechos se sufre más del estómago que de las pantorrillas. Al menos en mi caso que me comporté con bordonería.

Antes de irnos compramos lotería de Navidad que no se si tocará porque, aunque había numerosas boñigas por delante, no tuvimos la precaución de pisar una bien pisada y hacerlo los cinco por ser el décimo bien comunal.



Tostadas con jamón y tomate, buñuelos explosivos...

Bar los Molinillas en Lanjarón

La lotería colectiva

Trevélez por la mañana temprano, al dejar el primer coche

Inicio de la ruta

Preparando los aperos a la sombra del Veleta

Bubión

Capileira

No hay en este camino precalentamiento alguno. Es bajarse del coche y empezar a subir pendientes entre pinos silvestres de repoblación.  Se pasa junto a la pantaneta que abastece agua a Pitres y se sigue la escalada hasta la Hoya del Portillo, ya por encima de los 2.000 metros. Estos pinares de repoblación  no dan mucha variedad biológica y son bastante monótonos. Nada nos distrae del esfuerzo.

Pero hay alguna sorpresa. Por entre los huecos que dejan los troncos se ve el mar al contraluz del sol de la mañana. Luz metálica sin color, sólo con brillo. Los barcos van y vienen entre los pinos y son finas rayas oscuras sobre el fondo incoloro.

Camino entre pinos

Fotos en la acequia sobre el fondo de Contraviesa y mar.

Busquístar, detrás las antiguas minas de hierro de El Conjuro

Nacimiento de agua y revolcadero de marranos




Hoya del Portillo
La pantaneta de Pitres y detrás la Contraviesa y el mar

La barrera de control

La bruma borra la raya del horizonte de manera que no se distingue el agua del aire y los barcos parece que vuelan...


Barcos que van y vienen del Estrecho

El barco a la altura del buitre
Octubre ha sido tremendamente caluroso. El año lleva semanas de retraso. Por eso da alegría ver los primeros charcos helados, los primeros chuzos, la primera capa de nieve, fugaz y fina. Vislumbres del otoño o mejor, del invierno.

Los primeros charcos helados

Los primeros chuzos

Las primeras nieves
Desde la Hoya del Portillo la verea va manteniendo la altura con un continuo sube y baja. Atravesando manchas de pinos pero también yermos o mejor dicho, páramos de piornos y lastones.

A una mano dejamos la Loma del Mulhacén, nevada y oculta entre nubes (Como en tantos otros sitios, el Mulhacén y aunque no se vea, está ahí arriba, por encima de todo y de todos). A la otra mano quedan las pendientes y los arroyos de hierro que bajan a los pueblos. Aguas agrias, rojas, ferruginosas, que le dan el nombre a la taha de Ferreira.

Por estas alturas o quizás por otras cercanas, pasó el 17 de enero de 1569 el Señor Marqués de Mondéjar en la entrada que hizo para castigar a los moriscos de la Alpujarra (Mármol Carvajal): "y dejando el camino derecho, tomó la cordillera alta de una sierra que se hace, entre estas dos taas, llevando la artillería y los bagajes, no sin grandísimo trabajo, por hacer el tiempo áspero de frío y estar las sierras cubiertas de nieve." Para nuestra suerte el tiempo fue bueno y apenas pisamos la nieve. 

Y es también a estas soledades a las que se refiere D. Baltasar Lirola, natural de Dalías y canónigo que fue del Sacromonte, en su Oda a la Sierra Nevada  que cita y reproduce Pedro Antonio:

¡Ah! Dejadme, deseos y cuidados...
dejadme que tranquilo aquí respire
estos aires purísimos, delgados
y que de Dios la omnipotencia admire..."


Aires efectivamente delgados que sin casi viento se meten fríos por dentro de la ropa. Aire sutil, que mata perro pero no apaga candil que decían en la Corte del que bajaba del Guadarrama.


El páramo

Aguas de hierro

Las acequias de las alturas filtran las aguas que renacen debajo

La Contraviesa, el mar que brilla al contraluz

Piornos, pinos, nieve, nubes en el Mulhacén

Apenas ha pasado un rato del desayuno y aún sin hambre, en alarde de gula paramos para un refrigerio en la Loma del Jabalí. Variedad de distintas tapas, dulces y saladas. Fruta y cervezas. Faltó el vino.


La loma del Jabalí es un altozano con grandes vistas desde el que se ve, debajo, toda la Alpujarra y el mar "como un mapa de piedra y agua". Se ve la Sierra de Gádor y los plásticos del Poniente de Almería, la Contraviesa con sus barrancos cerrando en perpendicular los valles que bajan de la Sierra, los prados y los bancales abandonados, los pueblos y los cortijos. Desde parecido lugar, Pedro Antonio describe con asombro este paisaje. En su actuación como corresponsal de guerra acaba de regresar de la campaña de O´Donnell en Tetuán y no duda en escoger uno entre tantos elementos del paisaje: "De todo esto lo que más nos sorprende, seduce y enamora, es la tierra de África..." (...)"Sí: ¡allí está África! ¡Cuan cerca... pero cuan lejos de nosotros!¡África mirándonos siempre, siempre a nuestra vista, pero separada de España, no por ese lago azul del Mediterráneo, sino por la negra inmensidad de sus destinos!"

Nosotros, hay que decirlo ya, no tuvimos la suerte que tuvo el de Guadix. A pesar del viento norte, de la lluvia del día anterior, la bruma cerraba el horizonte confundiendo cielo y mar como antes he dicho. Y ocultando la costa de África, de Berbería, del Moro... Estaba allí, por encima de los barcos pero hoy oculta y escondida. Otra vez será. De todas formas, para convencimiento de los santostomases que duden, para demostrar que sí se ve,  para escarmiento de simples, pongo aquí abajo una foto que hice allá por los años ochenta desde las cercanías del Haza del Lino.


Las costas de Berbería desde el Haza del Lino, años ochenta.

La Contraviesa y el mar de Alborán

























Sierra de Gádor al fondo
Tras el Cerrajón de Murtas, los plásticos de Almería

Refrigerio

Había tapas saladas y dulces
Desde la Loma del Jabalí el camino enfila la vuelta de Trevélez iniciando un rápido descenso la pendiente abajo. Conforme se pierde altura van apareciendo escaramujos, chaparros y prados en los pasa sus días el ganado.

Y es casi acabando este descenso donde está la balsa del cortijo del Toro. Un rincón melancólico, tranquilo, silencioso, perdido, animado por el chorrillo de la fuente que abastece la balsa y sombreado por un enorme nogal. Son las propias raíces del árbol las que forman el dique que sujeta el agua. Un muro naturalizado de hierba y madera.

Camino a Trevélez

Piornos, lastones, escaramujos, majuelos...

Ganado esforzándose en la producción de carne


Conforme se baja aparecen chaparros

Balsa del Toro

Las raíces del nogal sujetan el dique de la balsa


A continuación de la balsa continúa la verea su camino internándose en un gran robledal. De roble melojo o rebollo. "Quercus Pyrenaica" se llama, aunque apenas se encuentra en el Pirineo. El nombre le viene de un botánico alemán que le puso el nombre de oídas, a distancia. Que arte! En Andalucía es especie protegida, para cabreo de mas de un talador compulsivo.


Los robles están acompañados de un sotobosque de rascaviejas, arbusto ramoso y retorcido. Sus ramas por debajo y las de los robles por encima  forman un laberinto misterioso, silva espesa a la umbría de la tarde, oculto el sol tras el Mulhacén. 


Robles y rascaviejas

Viejos

Espesuras

Cuento de miedo

Las hojas aterciopeladas del roble

Selva misteriosa



Vamos llegando a Trevélez. Los finales siempre parecen eternos, cansados, lentos. Desde arriba el caserío parece una composición cubista, pintura geométrica, dibujo lineal. No hay calles, sólo fachadas y terraos. 

La verea en este último tramo es antigua y de pésimo andar, con trancos de piedra y a ratos encharcada. Entramos por el Barrio Alto camino del Medio que es donde teníamos el coche. A pesar del cansancio, no pasamos de allí sin echar unas cervezas, unos vinos y unas tapas, los pies protestando, el estómago también.

Damos ya la espalda a la Contraviesa y al mar

A la vista de Trevélez

El Barrio Medio

Vigilando el ganado, que está arriba en el monte, con prismáticos






Y ya de vuelta, nueva parada en Capileira para recoger el otro coche. Las malas carreteras, las curvas continuas, hace pesado el camino. Hubiera estado bien acampar en el lugar. Otra vez será.

De nuevo Capileira



2 comentarios:

  1. Pimo, me ha encantado tu artículo... y tus fotos inmejorables.
    De verdad sabes captar y transmitir toda la esencia y belleza de nuestra inigualable sierra.
    Qué pena no haber estado en Trevélez para poder recibiros y echar un rato de plática con vosotros. Otra vez será.
    Enhorabuena por tan magnífico artículo.
    Un abrazo.

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  2. La narración es extraordinaria y fiel al estupendo día que pasamos entre amigos. Las fotografías pos si mismas reflejan el magnifico paseo por las Alpujarras.

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