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viernes, 5 de diciembre de 2014

Cortijo del Hornillo. Canteras de serpentina



Cuando se llega al cortijo del Hornillo se alcanza uno de los mejores miradores de la cara norte de Sierra Nevada. Como en pocas excursiones, en esta la vista justifica por si sola la caminata. Es una peregrinación hasta el balcón más cercano a las nieves y los hielos. Como la vista es lo principal importa que el día sea claro y brillante. Y que las cumbres están blancas.  

Esta ruta se puede empezar desde abajo, desde el inicio de la vereda de la Estrella junto al río San Juan. Pero también desde las antiguas canteras de serpentina ahorrando un buen desnivel. Fue la opción que elegimos.

Desde las canteras son unos 12 kilómetros con 850 metros de desnivel acumulado. El camino es siempre por verea que está bastante bien conservado. Siempre que no haya hielo endurecido en el cruce con los pequeños regatos, no hay pasos delicados. En realidad la mayor dificultad está en el acceso. Se llega por un carril que sale de la carreterilla del hotel del Duque. No está demasiado mal pero tampoco bien para turismos cargados con cinco ocupantes, algunos de anchas espaldas. Hubo que bajarse en algún lugar para aliviar la amortiguación y evitar bajonazos.

El inicio, junto a la pantaneta del río San Juan bajo las canteras de serpentina

El frío de la mañana 


Con el tiempo tuvimos suerte. Empezó el día con frío y escarcha pero conforme avanzaba pudimos disfrutar del sol de invierno hasta el mismo  cortijo del Hornillo. Allí, de pronto, las nubes cubrieron el cielo cambiando la apariencia del paisaje. Pero para entonces ya habíamos podido disfrutar de las vistas del mirador.

Empezamos la ruta en la pantaneta que hay debajo de las canteras de serpentina, hoy abandonadas y ocupadas por un redil y cargadero de ganado. Poco quedan de ellas pero en su día fueron célebres. De ellas se sacó piedra para decorar numerosos edificios de Granada pero también de El Escorial y de las Salesas, en Madrid. De esta serpentina  son, por ejemplo, los medallones que hay en los pilares de la fachada de la Chancillería.

Para ilustrar la explicación y pasar por gramático he buscado la definición de serpentina pero me he encontrado una cosas geológicas complicadísimas e incomprensibles. Me parece más clara la que hace el diccionario de la Real Academia en su acepción tercera: "Piedra de color verdoso, con manchas o venas más o menos oscuras, casi tan dura como el mármol, tenaz, que admite hermoso pulimento y tiene mucha aplicación en las artes decorativas." Aquí en el campo, en basto, entre la tierra y el barro, hay que fijarse mucho para encontrarle el encanto pero cuando se limpia y pule es bonita y de aspecto noble parecida, en efecto, al mármol.

serpentina en bruto con musgo

la puerta en el camino que cierra el paso al ganado

cargadero de ganado donde estaban las canteras

mosaico de hojas de roble

La larga cuesta

en las espesuras del robledal

En algunos claros se ve el paisaje


Pasadas las puertas que cierran el paso al ganado, una larga cuesta zigzagueante sube atravesando el robledal. En esta época está el suelo tapizado de hojas muertas, las rocas de musgo. En estas primeras horas la luz es oscura y azulona. Por detrás del laberinto de troncos y ramas entrecruzadas se adivina la claridad de la mañana al otro lado del barranco.

la solana más allá del robledal 

luces frías azulonas


Robles melojos por encima de las canteras de serpentina en el barranco de San Juan


Gana rápidamente altura el camino que va escondiéndose en las espesuras que salvo en algún recodo, alguna curva, no dejan ver el paisaje de fuera. Una vez arriba, se abre la vista de improviso, con las nieves enfrente, debajo el amplio y escarpado valle por donde fluye el Genil y a la espalda Güejar-Sierra y más allá la Vega y detrás Sierra Elvira.

En este punto, a 1.650 metros, están las ruinas del cortijo del Hoyo. Se llama así por los hoyos donde se almacenaban las patatas, según dicen, de magnífica calidad. Hoy es lugar solitario y desolado pero en su época vivieron aquí familias. Vivieron una vida comprensiblemente durísima, sin más compañía que ellos mismos y el ganado, sin más comunicación y transporte que los mulos y las malas veredas. Estas sierras que a nosotros nos parecen tan hermosas, fueron el áspero lugar donde mucha gente gastó su pobre vida. Sorprende comprobar como aprovechaban cualquier llanete, cualquier sitio que no fuese un puro despeñadero, para arañar bancales mínimos en los que obtenían cosechas casi de pura supervivencia.


Al final de la cuesta el paisaje se abre
ruinas del cortijo del Hoyo


Desde el cortijo del Hoyo la vereda avanza hacía Cabañas Viejas y el cortijo del Hoyo en paralelo a la muy conocida vereda de la Estrella. En paralelo pero a mucha más altura. Aquella por lo profundo del barranco, junto al río. Esta por arriba, justo por debajo de donde comienza la alta montaña.

Desde estas alturas se domina casi completo el valle del Genil que corre de este a oeste. A destacar el gran contraste entre la ladera de solana que da al sur y la que da al norte. No hay transición entre una y otra. A un lado y otro del río el cambio es radical y brusco. Enfrente, en el carasol, apenas hay árboles, salvo en algún rincón perdido de los barrancos. Manda la roca desnuda, lavada por las lluvias y salpicada de prados pardos y amarillos, verdes sólo en primaveras lluviosas. En este lado, en la umbría, el terreno está ocupado por robles y bajo ellos rascaviejas, majuelos, agracejos, escaramujos... En las zonas mas bajas y húmedas quejigos, castaños y cerezos.

Enfrente los colores son cálidos incluso los días fríos, aquí son fríos hasta en días templados como este.


en la solana lomas peladas

sólo con algunos árboles en los barrancos

La verea sigue por una umbría descarnada


y poco a poco vuelven los robles




En la ladera al norte, abundante arbolado 

La vereda va avanzando entre desfiladeros y torrenteras. Cerca ya de  Cabañas Viejas se empareja con  la acequia de careo que viene del Guarnón y cuando parece que se está llegado, el paisaje se vuelve a cerrar en otro espeso robledal. Vamos, ya está dicho, haciendo un camino paralelo a la vereda de la Estrella en la que, como se sabe, al doblar una esquina se muestra de improviso las moles de las cumbres tres miles. En la vereda espejo de arriba por la que vamos ocurre otro tanto. En un claro del bosque, de golpe, se deja ver enfrente el Mulhacén y sus escolta acompañante, el Alcazaba, Puntal de la Caldera, Cerro de los Machos... Es un espectáculo que no se ve venir, que se abre de improviso provocando sorpresa y admiración.









Abul Hasan Ali Ben Saad, llamado Muley Hassan y en las fuentes cristianas, Muley Hacen. Fue hijo de Abu Nazar Saad, Ciriza, hemano de El Zagal,  padre de Mohamed XII, Boabdil, y enamorado de Isabel de Solís, Zoraida. La historia, falsa pero bonita, dice que a su muerte y harto de traiciones, quiso que lo enterrasen lo más cerca posible del cielo y lejos de los hombres.

Tiene la tumba de Muley Hassan una altura de 3.478,6 metros sobre el nivel medio del mar en Alicante siendo por eso la mayor altura peninsular. Además de sultán de Granada y de la altimetría, es sultán de la red geodésica. Desde aquí efectuó en 1879 el general Ibáñez de Íbero la triangulación para la unión geodésica de Europa y África. Los otros tres vértices  fueron el Tetica de Bacares, en la sierra de los Filabres de Almería y los picos Filhaoussen y M'Sabiha en Argelia, por aquel entonces, francesa.

El mirador del cortijo del Hoyo da sobre el río Guarnón en un profundo tajo que se hunde en trepidante pendiente para volver a levantarse con mayor ímpetu hasta las cumbres. Tuvimos la suerte de llegar y ver porque, casi de inmediato aparecieron jirones de nubes enredándose en los picos. Llegamos a pleno sol  y apenas unos minutos después, acabamos nuestras pasas, almendras, higos y nueces, con el cielo gris y cubierto. Cambió radicalmente la luz como se podrá apreciar en las fotografías.


Cerro de los Machos

Alcazaba y Mulhacén

Mulhacén
En la cumbre, entre la niebla, el hito que marca el vértice geodésico




Se va cerrando el cielo

La alberca en la que se refleja boca abajo el Mulhacén


Decir del cortijo del Hornillo lo mismo que del anterior, el del Hoyo. Este  está en pie y muy conservado, con sus techos de pizarra o paja sirviendo de refugio para montañeros y para los trabajadores forestales. En sus cercanías se ha recuperado una vieja alberca, cercada para proteger a la población de anfibios que aloja y en la que se refleja boca abajo el Mulhacén.  También están en buen estado las acequias y la era. Es el etnológico otro atractivo del lugar aunque, claro está, muy atrasado por el paisajístico.


Cortijo del Hornillo


El cielo cubierto cambió los colores de manera que el paisaje parecía distinto a la ida, aliviando el aburrimiento de las vueltas en las rutas lineales. Fue una vuelta rápida porque la pendiente nos era favorable. Por eso y porque al olor de la morcilla los últimos pasaron a ser los primeros, tirando del pelotón en una bajada espeluznante.


A la ida alguna sombra entre el sol

A la vuelta algún rayo de sol entre las sombras
Cambió la luz radicalmente


Camino de Güejar-Sierra

Sólo le quedan las espinas al agracejo


Falta el belén

A pie para aliviar la amortiguación


En Güejar-Sierra, origen de tantas excursiones, pueblo montés y con diéresis, de castaños y de bares, recalamos en el bar Poli, al abrigo de un cubo con ascuas que hacía de brasero, solos en una esquina muy acogedora del bar. Morcilla, chorizo, papas, tomate, choto en salsa (esta variedad a mi personalmente como que no, lo prefiero frito) y todo muy bueno. Mosto de cosecha propia, queso de cabra de un pastor local, membrillo y, todo de la casa, unos mantecados muy ricos, magdalenas y aguardiente de guindas. A destacar un pacharán hecho con un endemismo de la tierra, endrino andaluz o "prunus ramburii", rareza que se encuentra exclusivamente en Sierra Nevada, Baza y Filabres. Había oído que macera un licor muy aromático y rico y es verdad.

Todo estaba buenísimo de manera que salimos tan contentos, a pique de ir cantando Islas Canarias o Suspiros del Estado Español. Muy contentos.

N.B. Nos explicaba el patriarca del establecimiento que las setas de Güejar no son venenosas y que no hay que tener mas cuidado que cocerlas y luego escurrirlas (¡!). Por suerte las que nos pusieron de tapa eran cultivadas.


Pues eso, que las setas de Güejar no son venenosas

calefacción moderna

disfrutando tantísimo

Esperando el dictamen en la cata de mantecados de la casa: muy ricos

Guindas

Que bien huele....

Junto a la botella azul, la frasca de licor de prunus ramburii

Tan contentos que salimos

Casa El Prácticante, "Pregunte por lo que desee" porque tienen de todo


1 comentario:

  1. que bueno ¡ y además yo también estuve allí. ¡ que bueno !
    Me dijiste que ibas a hacer un guiño a 30 años atrás?

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