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Cabañas Viejas |
Nos estamos especializando últimamente en
ir a los sitios fuera de tiempo, o antes o después del momento óptimo que
marcan las instrucciones. Fuimos al Alhorí en septiembre y no en mayo, a los
lavaderos cuando apenas había nieve y ahora a esta clásica del otoño en el mes
de octubre de un otoño que no acaba de llegar. Es este un comportamiento
anarcoide, impropio de nuestra edad y condición que por un lado nos quita
momentos memorables pero que por otro nos descubre la cara B de los sitios y evita
que caigamos en estampas comunes cien veces vistas.
La
Verea de la Estrella es un clásico del otoño, pero hay que calcular bien
el momento de la visita porque la estación se retrasa cada vez más por aquello
del cambio climático. En años tan secos y calurosos como este, aún mas. Plantas
y árboles, protegidas en lo hondo del tremendo barranco, se resistían a teñir
las hojas. Apenas los chopos y los arces lo hacían. Pero aunque nuestra
excursión fuera a destiempo y abajo el otoño se resistiera, arriba, en las alturas de Cabañas Viejas, ya
había llegado de pleno. De esta manera en una sola jornada y con el mismo porte
disfrutamos de los colores de dos o tres meses distintos. Es la cara B que
arriba decía, la cosa distinta que se disfruta al no ir cuando siempre.






La Verea de la Estrella es seguramente la
excursión más famosa y conocida de Granada y alrededores. Su nombre le viene de
las viejas minas cuyo mineral se trasportaba por ella a lomo de bestia. Es paseo
casi para todos los públicos, no tiene dificultad alguna más allá del angosto acceso
y de la posibilidad de encontrar alguna vaca o toro en mitad del camino (poca
gracia hace encontrarse en aquellas empinadas estrecheces con u bicho oupando
la vera con sus seiscientos o más kilos. La otra dificultad que digo es llegar
en coche hasta el barranco de San Juan por la antigua vía del tranvía. Está
asfaltada pero en la mayoría de los tramos, nunca en túneles y puentes, no
permite el cruce de dos vehículos. Los fines de semana de la plena temporada es
una alegría conducir por allí.
Recorrimos la Verea en sentido ascendente
hasta la altura del Vadillo, desde donde subimos a Cabañas Viejas para desde
allí volver por la que en paralelo a la Estrella pero setecientos metros
arriba, une la cantera de serpentina y el cortijo del Hornillo. En total poco más
de 10 kilómetros
y 750 metros
de desnivel.
La Verea de la Estrella es un auténtico
jardín botánico con una gran variedad de
árboles y plantas. Las dos laderas del barranco son radicalmente distintas. La
solana es más abrupta, con menos suelo, más seca y pelada. La umbría es de
suelos profundos, mucho más húmeda y fresca, habitada por castaños, quejigos,
fresnos, arces y robles. Quien además de andar y criticar al compañero vaya
fijándose un poco, disfrutará de una selva singular y poco o nada frecuente por
este Sur. Nosotros vamos fijándonos (quizás también criticando al que va un
poco arriba o un poco abajo). Pero no se piense que es fácil localizar, identificar y fotografiar las especies que
nos aparecen porque nuestro rebaño es de caminar imparable, nunca espera al que
por detrás se detiene. Apenas hay tiempo para fotos fugaces, al salto y
descuidadas, que sólo a veces salen como deben.
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Arce |
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Castaño |
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Abuelos |
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Avellano |
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Hiedra ahogando a un roble |
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Fresno |
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Robledal |
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Quejigos |
Desde el Vadillo una verea retorcida sube
hasta Cabañas Viejas ganando altura vertiginosamente. Las abruptas pendientes
amplifican los pocos ruidos del lugar: el agua del río saltando de roca en
roca, los cencerros del ganado, algún perro en los apriscos de enfrente… Es en
estos desniveles tan estrechos donde más sorprende la agilidad de las enormes
vacas y toros que se mueven, saltan y corretean con una agilidad que no se le
supone a cuerpos tan enormes.
Cabañas Viejas, que es frecuente confundir
y llamar Casas Viejas aunque aquí no hubo tiros que se sepa, está medianamente
arreglado y sirve de refugio a los caminantes. Es una cabaña alargada, de
piedra, con techo de pizarra. Las vistas son estupendas: abajo por un profundo
foso avanza el Genil, enfrente la solana de la loma de Papeles despeñándose simétricamente
hasta el río. A un lado Güejar-Sierra abriéndose ya a la vega. Al otro la cara
norte de las cumbres donde ya blanquea la nieve. Como antes decía aquí ya es
otoño avanzado, los robles melojos dominan el paisaje y ya tienen sus hojas secas,
marcescentes, que sólo poco a poco y durante todo el invierno irá derribando el
viento.
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Subiendo a Cabañas Viejas |
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Refugio de Cabañas Viejas |
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Mulhacén |
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Alcazaba y Mulhacén |
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Alcazaba |
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A lo hondo, Güejar-Sierra |
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Serpentina, musgo y robles |
La comida la hicimos en Las Olivillas, a
la salida de Güejar. No está mal. Comimos lo de siempre y sin excesos porque
tampoco había mucha variedad. La especialidad en choto, que no había. Eso si, tiene una magnifica terraza con vistas
al pueblo y a la sierra. Allí fue
especialmente agradable la copa y el café, al tibio sol de primeros de noviembre
que día a día va menguando camino de su muerte y resurrección en diciembre.
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Carta "viviente" de vinos |
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Terraza de las Olivillas |
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Vistas desde la terraza |
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Vistas desde la terraza |
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Vistas desde la terraza |