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Nenúfares en uno de los estanques de las casas del Chapiz |
A mediados de diciembre decidimos cambiar
los pateos montañeros por una ruta urbana. El motivo o excusa fue la noticia de
que se habían abierto al público las casas moriscas de Zafra y Horno del Oro.
Decidimos visitarlas y de paso y para andar un poco, acercarnos a la Abadía del
Sacromonte que algunos no conocíamos por dentro.
Como solemos en las rutas urbanas, la cita
y desayuno lo hicimos en el Bar Futbol. Churros y desde allí, la calle San Matías
arriba, antigua calle señorial y de porte con su pequeña iglesia imperial, sus
casas de fachadas pintadas, palacios de anchas cornisas y algunos bares de
interés. Remata esta calle en las antiguas casas del Gran Capitán, donde debajo
de un gracioso altarico de la Sagrada familia se puso en 1874, durante la
dictadura republicana de Serrano, una inscripción dedicada al citado al que
titula de vencedor de “moros, franceses y turcos”…
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Churros en el bar Fútbol |
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Subiendo por San Matías |
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"vencedor de moros, turcos y franceses..." |
Casi horizontales todavía los rayos del
sol mañanero cruzamos Plaza Nueva con su aire parque temático. A estas horas,
en la soledad de estas horas, recuperaba buena parte del encanto perdido. Siendo
esta parte tan conocida, podíamos fijarnos en detalles poco vistos y que pasan
desapercibidos. Por ejemplo, los miradores
de los conventos de monjas, que mezclan celosías y antenas de televisión.
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Plaza Nueva, la Audiencia y detrás la Cerca de Don Gonzalo |
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Santa Ana |
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Carrera del Darro |
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Cuesta de Santa Inés |
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El sol en las banderas de la torre de la Vela |
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Gato |
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Celosías de clausura de monjas y antenas de televisión |
La casa morisca de Zafra se salvó de la
quema por estar dentro (en una esquina) del convento de su nombre. Está recién
restaurada. Además de las pinturas de las paredes, los capiteles y arquerías y
todas esas cosas llamaban la atención los peces de colores. En la umbría del patio, más umbría y más fría
por ser de invierno, el agua verde del estanque reflejaba la arquitectura,
reflejos temblones cuando los peces sacaban la boca a la superficie como para
respirar.
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Casa de Zafra |
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Detalle de un arco |
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Restos de la decoración |
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Pececillos de colores |
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La red que protege de las "ratas voladoras" o palomas |
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Portada de la casa de Zafra |
Son las casas moriscas hogares dentro de
burbujas. Todo está pensado para disimular la vida interior, por fuera son paredones desnudos con apenas
una pequeña portada. Quien no las conozca nunca imaginará que estén perdidos
por esos callejones. Es uno de los “problemas” turísticos de Granada, que hay
muchísimas cosas pero casi todas pequeñas y escondidas. Todo es pequeño y
melancólico en Granada. Ya lo sentenció el santo local en la “Baladilla de los
tres ríos” cuando escribió que “por el
agua de Granada sólo reman los suspiros” en contraposición a los veleros del
Guadalquivir.
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Una vieja puerta empotrada en el muro del convento de Zafra |
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Callejeando o "callejoneando" |
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El primer sol en el Generalife |
Por esos callejones y sabiendo adonde ir,
se llega a la casa del Horno del Oro en la calle del mismo nombre. Esta casa se
reformó después de la Toma y tiene su toque castellano en las arquerías del
primer piso. También está recién restaurada. Entre que era temporada de
invierno y que, como la anterior, es poco conocida por estar recién abierta al
público, Pudimos disfrutarla prácticamente solos, apenas acompañados por la
aburrida vigilanta. Esta intimidad, muy acorde con su función original,
multiplicaba su encanto.
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La casa y la calle de Horno del Oro |
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Casa de Horno del Oro |
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Puerta en uno de los pórticos |
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Madera... |
Las casas de la cuesta del Chapiz son dos,
restauradas y unidas para sede del Instituto de Estudios Árabes. Son más costeadas
y lujosas que las anteriores pero al ser un centro de trabajo han perdido la
soledad de las anteriores. En el patio de tres alturas, detrás de las puertas
de cristal, se veían impresoras y papeles. En el recogimiento de lo que fue
hogar y vivienda gente entrando y saliendo, a desayunar o a echar un cigarro.
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Camino de la Cuesta del Chapiz |
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Una de las casas del Chapiz |
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La otra de las casas del Chapiz |
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Bajo y dos plantas |
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Portón de entrada |
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Luces en el pórtico |
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Salimos de las casas del Chapiz |
A fines del siglo XVI, mientras derribaban
la mezquita mayor para hacer hueco a la actual iglesia del Sagrario, apareció
entre los escombros de la torre Turpiana, el alminar, un cofrecillo con
reliquias y un manuscrito con profecías de San Juan y cosas así. Ya en aquel
momento, Luis del Mármol Carvajal, uno de los primeros reporteros de guerra de
la historia o Arias Montano experto en hebraísmos, tuvieron muchas dudas sobre
su autenticidad. Poco después, en unas cuevas del cerro de Valparaíso, se
encontraron, también casualmente, unos discos de plomo que contenían un
supuesto quinto evangelio dictado directamente por la Virgen en árabe. Con dos
cojones.
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Camino del Sacromonte |
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Sobreviven las chumberas |
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El arco de entrada |
Todo lo encontrado, San Cecilio, los
libros plúmbeos, las reliquias, el manuscrito, era absolutamente falso. Como bien se ha estudiado, una treta urdida
por moriscos locales con la finalidad acreditar el sincretismo de la cultura
islámica y el cristianismo y de esa manera mejorar la situación de su pueblo.
En poco o en nada hubiera quedado aquello si al arzobispo don Pedro de Castro
no le hubiera dado un tornillazo y dado por buenos los hallazgos con gran
aparato litúrgico-jerárquico y piadoso. Una vez que metió la cabeza no hubo
vuelta atrás y no consintió sacarla. Se desencadenó así toda la movida en torno a lo que desde
entonces se llamó Sacromonte. Roma no contraatacó de frente sino por los flancos
y tardó casi cien años en declarar falsos los libros. Tiempo suficiente para
que la devoción popular se recreara con Cecilio, Tesifón, Hisicio… que se
levantara la abadía, se montaran en las cuevas unas catacumbas ad hoc para las
reliquias y se organizaran romerías con habas y salaillas. Los libros se
escondieron en los sótanos del Vaticano pero toda esta otra movida se mantuvo.
Que aquellos notables sucesos viene la extraña abadía del Sacromonte, hija directa de
un alminar musulmán, erigida en las afueras de la ciudad y en la periferia de
la ortodoxia, lugar y cosa un poco exotérica, un poco loca y disparatada. Junto
a una situación privilegiada a la espalda de la Alhambra, es esta tradición
donde está su encanto y belleza. La Abadía sigue teniendo ese aire melancólico
y rancio de caserón de vieja familia venida a menos que malvive disimulando sus
hambres, de santuario de una vieja secta que ya no es lo que fue pero que,
cuando se van las luces, revive para seguir siéndolo.
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Fachada |
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Fuente |
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Patio |
En el Sacromonte todo sigue siendo extraño
e inquietante, desde la estrella de Salomón en todos sus rincones a esos
horarios de visita incomprensibles y de una lógica preindustrial. No hay nada
en Granada más original y misterioso. Hasta lo que está limpio parece que tiene
polvo, la iluminación huele a cera y las catacumbas parecen un parque de
atracciones barroco. (No me dejaron hacer fotos)
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Angelillo del retablo de la iglesia |
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Los titulares de los Gitanos |
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Ermita del Santo Sepulcro, final del viacrucis del camino |
Ya fuera de la abadía y recuperada la
realidad, aunque el sol estaba todo lo
alto que le permite diciembre. La luz seguía siendo dorada y oblicua. En los
árboles, aunque ya era casi invierno, el otoño estba en su cénit. Por la Verea
de Enmedio fuimos a la plaza de Aliatar a buscar una cerveza y unos caracoles. Hoy
son más famosos los caracoles que el titular de la plaza pero en su momento fue
un señor muy nombrado.
De Granada sale el moro,
Que Aliatar era llamado,
Primo hermano del valiente
Y muy esforzado Albayaldos,
El que matara el maestre
En el campo peleando:
Sale a caballo este moro,
De finas armas armado.
Sobre ellas una marlota,
De damasco leonado,
Leonado era el bonete,
Negro el plumaje azulado.
A mi no me gustan mucho los caracoles
grandes (los chicos, en taza de café y caldo de hierbabuena sí). Pero eso de Negro el plumaje azulado me parece una
genialidad.
Y terminó el día con un café y un pastel
en la cafetería Lisboa, de Plaza Nueva. No es mal sitio ese con ese nombre para
cerrar una excursión tan llena de dulce melancolía como fue esta. Nos volvimos,
como Pessoa, un poco sebastianistas.
Todo lo demás está en las fotos.
N.B. Para más información sobre Aliatar y
Albayaldos lo mejor es ir a la Historia
de los vandos de Zegríes y Abencerrajes, caballeros moros de Granada, de Ginés
Pérez de Hita.
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Al sol |
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El Generalife se asoma a la Vera de Enmedio |
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Viejos muros perdidos entre el caserío |
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Estampa desde la Cruz de la Radua |
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Caracoles |
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Plaza Aliatar |
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Cafeses, coñases y tocinillo de cielo en la cafetería Lisboa |
La primera fotografía de los nenúfares parece un cuadro. Es curioso ver fotografías nuestras bien abrigados con la ola de calor que estamos pasando.
ResponderEliminarEs una delicia ver estos paseos y recordar viejos tiempos. Los comentarios son excelentes.
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