Cuando se llega al cortijo del Hornillo se alcanza uno de los
mejores miradores de la cara norte de Sierra Nevada. Como en pocas excursiones,
en esta la vista justifica por si sola la caminata. Es una peregrinación hasta
el balcón más cercano a las nieves y los hielos. Como la vista es lo principal
importa que el día sea claro y brillante. Y que las cumbres están blancas.
Esta ruta se puede empezar desde abajo, desde el inicio de la
vereda de la Estrella junto al río San Juan. Pero también desde las antiguas
canteras de serpentina ahorrando un buen desnivel. Fue la opción que elegimos.
Desde las canteras son unos 12 kilómetros con 850 metros de desnivel
acumulado. El camino es siempre por verea que está bastante bien conservado. Siempre
que no haya hielo endurecido en el cruce con los pequeños regatos, no hay pasos
delicados. En realidad la mayor dificultad está en el acceso. Se llega por un carril
que sale de la carreterilla del hotel del Duque. No está demasiado mal pero
tampoco bien para turismos cargados con cinco ocupantes, algunos de anchas
espaldas. Hubo que bajarse en algún lugar para aliviar la amortiguación y
evitar bajonazos.
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El inicio, junto a la pantaneta del río San Juan bajo las canteras de serpentina |
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El frío de la mañana |
Con el tiempo tuvimos suerte. Empezó el día con frío y escarcha
pero conforme avanzaba pudimos disfrutar del sol de invierno hasta el mismo cortijo del Hornillo. Allí, de pronto, las nubes
cubrieron el cielo cambiando la apariencia del paisaje. Pero para entonces ya
habíamos podido disfrutar de las vistas del mirador.
Empezamos la ruta en la pantaneta que hay debajo de las
canteras de serpentina, hoy abandonadas y ocupadas por un redil y cargadero de
ganado. Poco quedan de ellas pero en su día fueron célebres. De ellas se sacó
piedra para decorar numerosos edificios de Granada pero también de El Escorial
y de las Salesas, en Madrid. De esta serpentina
son, por ejemplo, los medallones que hay en los pilares de la fachada de
la Chancillería.
Para ilustrar la explicación y pasar por gramático he buscado
la definición de serpentina pero me he encontrado una cosas geológicas
complicadísimas e incomprensibles. Me parece más clara la que hace el
diccionario de la Real Academia en su acepción tercera: "Piedra de color verdoso, con manchas o venas más o menos oscuras,
casi tan dura como el mármol, tenaz, que admite hermoso pulimento y tiene mucha
aplicación en las artes decorativas." Aquí en el campo, en basto, entre la
tierra y el barro, hay que fijarse mucho para encontrarle el encanto pero
cuando se limpia y pule es bonita y de aspecto noble parecida, en efecto, al
mármol.
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serpentina en bruto con musgo |
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la puerta en el camino que cierra el paso al ganado |
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cargadero de ganado donde estaban las canteras |
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mosaico de hojas de roble |
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La larga cuesta |
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en las espesuras del robledal |
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En algunos claros se ve el paisaje |
Pasadas las puertas que
cierran el paso al ganado, una larga cuesta zigzagueante sube atravesando el
robledal. En esta época está el suelo tapizado de hojas muertas, las rocas de musgo.
En estas primeras horas la luz es oscura y azulona. Por detrás del laberinto de
troncos y ramas entrecruzadas se adivina la claridad de la mañana al otro lado
del barranco.
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la solana más allá del robledal |
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luces frías azulonas |
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Robles melojos por encima de las canteras de serpentina en el barranco de San Juan |
Gana rápidamente altura el
camino que va escondiéndose en las espesuras que salvo en algún recodo, alguna
curva, no dejan ver el paisaje de fuera. Una vez arriba, se abre la vista de
improviso, con las nieves enfrente, debajo el amplio y escarpado valle por donde
fluye el Genil y a la espalda Güejar-Sierra y más allá la Vega y detrás Sierra
Elvira.
En este punto, a 1.650 metros, están
las ruinas del cortijo del Hoyo. Se llama así por los hoyos donde se
almacenaban las patatas, según dicen, de magnífica calidad. Hoy es lugar
solitario y desolado pero en su época vivieron aquí familias. Vivieron una vida
comprensiblemente durísima, sin más compañía que ellos mismos y el ganado, sin
más comunicación y transporte que los mulos y las malas veredas. Estas sierras
que a nosotros nos parecen tan hermosas, fueron el áspero lugar donde mucha
gente gastó su pobre vida. Sorprende comprobar como aprovechaban cualquier
llanete, cualquier sitio que no fuese un puro despeñadero, para arañar bancales
mínimos en los que obtenían cosechas casi de pura supervivencia.
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Al final de la cuesta el paisaje se abre |
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ruinas del cortijo del Hoyo |
Desde el cortijo del Hoyo la vereda
avanza hacía Cabañas Viejas y el cortijo del Hoyo en paralelo a la muy conocida
vereda de la Estrella. En paralelo pero a mucha más altura. Aquella por lo
profundo del barranco, junto al río. Esta por arriba, justo por debajo de donde
comienza la alta montaña.
Desde estas alturas se domina
casi completo el valle del Genil que corre de este a oeste. A destacar el gran
contraste entre la ladera de solana que da al sur y la que da al norte. No hay
transición entre una y otra. A un lado y otro del río el cambio es radical y
brusco. Enfrente, en el carasol, apenas hay árboles, salvo en algún rincón
perdido de los barrancos. Manda la roca desnuda, lavada por las lluvias y salpicada
de prados pardos y amarillos, verdes sólo en primaveras lluviosas. En este
lado, en la umbría, el terreno está ocupado por robles y bajo ellos rascaviejas,
majuelos, agracejos, escaramujos... En las zonas mas bajas y húmedas quejigos,
castaños y cerezos.
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En la ladera al norte, abundante arbolado |
La vereda va avanzando entre
desfiladeros y torrenteras. Cerca ya de
Cabañas Viejas se empareja con la
acequia de careo que viene del Guarnón y cuando parece que se está llegado, el
paisaje se vuelve a cerrar en otro espeso robledal. Vamos, ya está dicho, haciendo
un camino paralelo a la vereda de la Estrella en la que, como se sabe, al
doblar una esquina se muestra de improviso las moles de las cumbres tres miles.
En la vereda espejo de arriba por la que vamos ocurre otro tanto. En un claro del
bosque, de golpe, se deja ver enfrente el Mulhacén y sus escolta acompañante,
el Alcazaba, Puntal de la Caldera, Cerro de los Machos... Es un espectáculo que
no se ve venir, que se abre de improviso provocando sorpresa y admiración.
Abul Hasan Ali Ben
Saad, llamado Muley Hassan y en las fuentes cristianas, Muley Hacen. Fue hijo
de Abu Nazar Saad, Ciriza, hemano de El Zagal,
padre de Mohamed XII, Boabdil, y enamorado de Isabel de Solís, Zoraida.
La historia, falsa pero bonita, dice que a su muerte y harto de traiciones,
quiso que lo enterrasen lo más cerca posible del cielo y lejos de los hombres.
Tiene la tumba de
Muley Hassan una altura de 3.478,6 metros sobre
el nivel medio del mar en Alicante siendo por eso la mayor altura peninsular. Además
de sultán de Granada y de la altimetría, es sultán de la red geodésica. Desde
aquí efectuó en 1879 el general Ibáñez de Íbero la triangulación para la unión
geodésica de Europa y África. Los otros tres vértices fueron el Tetica de Bacares, en la sierra de
los Filabres de Almería y los picos Filhaoussen y M'Sabiha en Argelia, por
aquel entonces, francesa.
Decir del cortijo del
Hornillo lo mismo que del anterior, el del Hoyo. Este está en pie y muy conservado, con sus techos
de pizarra o paja sirviendo de refugio para montañeros y para los trabajadores
forestales. En sus cercanías se ha recuperado una vieja alberca, cercada para
proteger a la población de anfibios que aloja y en la que se refleja boca abajo
el Mulhacén. También están en buen
estado las acequias y la era. Es el etnológico otro atractivo del lugar aunque,
claro está, muy atrasado por el paisajístico.
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Cortijo del Hornillo |
El cielo cubierto
cambió los colores de manera que el paisaje parecía distinto a la ida,
aliviando el aburrimiento de las vueltas en las rutas lineales. Fue una vuelta
rápida porque la pendiente nos era favorable. Por eso y porque al olor de la
morcilla los últimos pasaron a ser los primeros, tirando del pelotón en una
bajada espeluznante.
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A la ida alguna sombra entre el sol |
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A la vuelta algún rayo de sol entre las sombras |
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Cambió la luz radicalmente |
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Camino de Güejar-Sierra |
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Sólo le quedan las espinas al agracejo |
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Falta el belén |
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A pie para aliviar la amortiguación |
En Güejar-Sierra,
origen de tantas excursiones, pueblo montés y con diéresis, de castaños y de
bares, recalamos en el bar Poli, al abrigo de un cubo con ascuas que hacía de
brasero, solos en una esquina muy acogedora del bar. Morcilla, chorizo, papas,
tomate, choto en salsa (esta variedad a mi personalmente como que no, lo
prefiero frito) y todo muy bueno. Mosto de cosecha propia, queso de cabra de un
pastor local, membrillo y, todo de la casa, unos mantecados muy ricos,
magdalenas y aguardiente de guindas. A destacar un pacharán hecho con un
endemismo de la tierra, endrino andaluz o "prunus ramburii", rareza que se encuentra exclusivamente en
Sierra Nevada, Baza y Filabres. Había oído que macera un licor muy aromático y
rico y es verdad.
Todo estaba buenísimo
de manera que salimos tan contentos, a pique de ir cantando Islas Canarias o
Suspiros del Estado Español. Muy contentos.
N.B. Nos explicaba el
patriarca del establecimiento que las setas de Güejar no son venenosas y que no
hay que tener mas cuidado que cocerlas y luego escurrirlas (¡!). Por suerte las
que nos pusieron de tapa eran cultivadas.
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Pues eso, que las setas de Güejar no son venenosas |
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calefacción moderna |
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disfrutando tantísimo |
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Esperando el dictamen en la cata de mantecados de la casa: muy ricos |
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Guindas |
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Que bien huele.... |
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Junto a la botella azul, la frasca de licor de prunus ramburii |
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Tan contentos que salimos |
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Casa El Prácticante, "Pregunte por lo que desee" porque tienen de todo |
que bueno ¡ y además yo también estuve allí. ¡ que bueno !
ResponderEliminarMe dijiste que ibas a hacer un guiño a 30 años atrás?