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viernes, 8 de mayo de 2015

De Cónchar a Albuñuelas

Saleres y Restábal
Aunque lo suyo, ya entrado abril, hubiera sido empezar a coger altura por esas sierras, el anuncio de uno de los últimos temporales invernales nos obligó a buscar, cual turistas norteños, climas más benignos. En estos casos el valle de Lecrín es el lugar evidente. 

Tiene el Valle esta ventaja del tiempo suave pero el inconveniente de la falta de veras y caminos más o menos naturales. Es complicado evitar las carreteras. Por eso, intentando algo nuevo que no hubiéramos hecho antes planeamos la ruta lineal desde Cónchar hasta Albuñuelas, pasando por Restábal y Saleres. 

Son 12,4 kilómetros, 580 metros de desnivel y requiere dos coches, uno que nosotros dejamos al final del recorrido, en Albuñuelas y otro con el que regresamos a Cónchar para iniciarlo. Al final hay un enlace con la ruta.

El camino que baja desde Cónchar hasta Melegís por el estrecho barranco del río Dúrcal no está en muy buenas condiciones y tiene bastantes pasos complicados. Por eso lo sustituimos por otro que atraviesa por los páramos fríos y resecos que bordean el Valle por esa parte. Variedad de paisajes, primero el de altura y continental, luego el bajo frondoso y bien regado. 

A primera hora de la mañana partimos de Cónchar que atravesamos sin ver un alma en sus calles. El primer par de kilómetros es de subida constante, entre almendros y viñas. 


Calle Alta, Cónchar


Cónchar

Almendros y viñas al salir de Cáñar

Desde el alto, Restábal, Melegís y la cola del pantano de Béznar


Cuando se coronan los cerros las vistas son enormes: El caballo iniciando la cuerda de  "tresmiles" de Sierra Nevada, el Valle con sus pueblos blancos rodeados de verde, el pantano, la sierra de Lújar tras la que está el mar. Grandes vistas si no fuera porque el día no era el apropiado. El polvo sahariano llegado con el viento sur escondía los horizontes y ensuciaba luces y colores. Mal día para las fotos.

Hubiéramos (casi?) visto el mar en un día más claro pero a falta de verlo, como consuelo, en la  vereda abundan los fósiles, recuerdos de los antiquísimos piélagos que fueron estos pedregales calizos.

Andamos por el antiguo camino que comunicaba Granada y la costa. De los dos que atraviesan el Valle, el que iba por donde la actual autovía, por Dúrcal, Talará y Béznar hasta el puente de Tablate, lo era de la Alpujarra adónde entraba por Lanjarón. Este nuestro de la costa se separaba de aquel en Padul, atravesando el Valle por la parte contraria al naterior para bajar derecho a Vélez de Benaudalla y luego a Motril y Salobreña. 

Camino del río Durcal el camino pasa junto al castillo de Lojuela, cerca de Murchas. Construido en un  lugar de antigua ocupación íbero-romana, los restos actuales son califales o quizá anteriores, que parece que hay dudas. Sobrevive un torreón y lienzos del muro. En las paredes de enconfrado de tierra apoyadas en cimientos de mampostería se distinguen mechinales, tan característicos de las construcciones musulmanas de la época. 

Y detrás de los venerables restos del pasado los aerogeneradores modernos y detrás de ambos la nieve de siempre en la sierra.

Jara negra (de flores blancas)

Entre Cónchar y Melegís la verea por los páramos


Murchas, Talará, Mondújar, Acequias


Camino del Valle

Torreón del castillo de Lojuela

Mechinales y aerogeneradores

A la vera del río Durcal, casi oculto por la vegetación de ribera, se anda un trecho en el que camino de Restábal se deja a un lado Melegís. Atras han quedado esas alturas ressecas y frías. De golpe, parece que ha llegado la primavera. Hasta Albuñuelas se camina entre naranjos, limoneros, granados, nísperos, higueras, membrillos y olivos de desproporcionada altura que protegen a los demás resguardándolos  de las escasas noches frías del invierno.

No hay grandes fincas ni parcelas sino pequeñas paratas escalonándose unas encimas de otras. En los ribazos de las huertas y de los naranjales cubiertos por olivos, dintintos árboles frutales multiplican la variedad vegetal. No parece un paisaje de explotaciones agrarias sino un bosque, casi natural, de cultivos mediterráneos.

Están los árboles cubiertos de brotes recién nacidos. Tienen colores brillantes y como aun no han producido demasiada clorofila, de tonos pardos, ocres, rojizos... Es una especie de otoño en abril que se acentúa especialmente al contraluz.

Melegís

Restábal


Los brotes del nogal

Río Durcal

Las naranjas caídas


Habas

Las acequias descuidadas y sucias se desbordan por los caminos


Van desapareciendo las viejas veredas y los caminos se están adecuando al paso de vehículos.  Para el senderista es una pena, se pierde buena parte de la estampa bucólica que se busca en estas excursiones. Pero para los pocos que, con poco romanticismo, siguen viviendo por aquí es la única forma de mantener el campo, de evitar su abandono. Abandono que ya se  manifiesta en las naranjas y limones que quedan en el árbol sin recoger o que caen al suelo entre la hierba sin que nadie les haga caso. Sea por la falta de precio o de propietario vivo se juntan en el mismo árbol, en las mismas ramas, flores de azahar y frutos de la cosecha anterior. El efecto plástico es magnífico aunque no deje de ser resultado del abandono.


Cada vez quedan menos viejos y vienen mas "inmigrantes". Habrá que aprender idiomas.

Restábal

Caserón de Restábal

Camino de Saleres


Colectivizando naranjas

Juntas la vieja y la nueva cosecha


Limonero




Los olivos crecen por encima de los naranjos para protegerlos de la escarcha

Níspero


Las viejas vereas



Llegamos a Albuñuelas con hambre, deseando volver a Cónchar donde habiamos encargado un arroz. Por eso, esta vez, paramos poco o nada en el pueblo. Y es un pueblo curioso. No es muy conocido por ejemplo, que fue uno de los lugares más afectados, más de cien muertos, en el famoso Terremoto de Andalucía del año 1884. Se suele asociar más a la parte de Alhama y Arenas del rey donde se situó el epicentro pero afectó todas las comarcas a un lado y otro de la sierra de  Almijara. He leído que aquí se hizo preciso construir un barrio nuevo y también que los auxilios tardaron en llegar por las malas comunicaciones y porque en Madrid no atendieron a las primeras noticias por achacarlas a exageraciones propias de la tierra. Fue el Defensor de Granada, periódico fusilado en 1936, quien consiguió que sus colegas de España y de fuera, creyeran la auténtica magnitud de desastre.

Es este suceso uno de esos hilos con los que consciente o insconcientemente, vamos ensartando nuestras excursiones. Lo es la línea eléctrica de la Espartera ( ver entrada del río Dilar) cuyo recorrido hemos salpicado de agradables rutas en las que nos vamos encontrando con sus postes de hormigón. Lo es este terremoto en el que también hemos ido cosiendo a la sierra Almijara, paseos y jornadas. 


Y la comida. Como decía arriba, volvimos a Conchar para comer en La Huertecilla, local de cierta fama. El viento impidió que nos instalaramos en la terraza, que era lo que pintaba viniendo como veníamos de la  primavera, pero aún dentro fue la cosa agradable. El arroz muy rico. Lamentablemente no había remojón de naranja.

Membrillo

En Albuñuelas, al sol panochas, pimientos y bragas

Conchar

Muy rico el arroz

La coñada al sol


La ruta: pinchar aquí

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