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Castillo de la Cava, en Aldeire |
Esta ruta la hicimos en esos días de la primera
mitad de octubre de 2014, cuando pensábamos que ya estaba llegando el otoño.
Días después lo que nos llegó fue un hijuelo tardío del verano, calor y sol. Pero eso fue
después, aquel día había llovido un poco antes y estaba nublado y hacía fresco.
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El caserío de Aldeire |
Por consejo de una buena amiga que remanece de
la comarca, hicimos esta excursión por los alrededores de Aldeire, en el Marquesado
del Cenete o simplemente, el Marquesado. La entrada a la comarca se hace por
la llanura del Zalabí, llano pelado donde no hay más árbol que los artificiales
de las placas solares y los molinos de viento. Con Sierra Nevada de fondo, es tierra
fría y seca, con castillo famoso y renacentista en Lacalahorra. Escenario
cinematográfico, la llanura siberiana con los Urales al fondo que se ve en Doctor
Zivago, no es en realidad sino este rincón. Algún día seguramente volverá el
cine por aquí más nos sea que para aprovechar las minas abandonadas, con
lago hundido en el suelo como en el fondo de un cráter, su maquinaria oxidada, sus naves industriales y poblado minero ya sólo en manos de los
fantasmas y sus recuerdos. Pero eso quizás requiera otra excursión.
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Las minas de Alquife |
País de mucha historia, Luis del Mármol
Carvajal uno de los primeros corresponsales de Guerra que en el mundo hubo y autor de la "Historia del Rebelión y castigo de los moriscos del reino de Granada", lo describe así: “El marquesado del Cenete
está en la falda de la Sierra Nevada que mira hacia el cierzo; a la parte de
mediodía Alpujarra; y por todas las
otras tiene los términos de la ciudad de Guadix. Es tierra abundante de
aguas de fuentes caudalosas que bajan de las sierras. (…) Hay en él nueve
lugares, llamados Dólar, Ferreira, Guevíjar, el Deyre, Lanteira, Jériz,
Alcázar, Alquif y la Calahorra. Los moradores dellos eran todos moriscos, gente
rica y muy regalada de los marqueses del Cenete, cuyo es aquel estado; vivían
descansadamente de sus labores y de la cría de la seda y del ganado, porque
tienen muchas y muy buenas tierras, pastos y arboledas en la sierra y en lo
llano, donde poder sembrar y criarlos.”
Nuestra ruta tuvo inicio y fin en el pueblo de
Aldeire. Fueron 13 kilómetros empezados con una fuerte subida hasta el castillo para, desde allí, iniciar la bajada suavemente y regresando al pueblo por la ribera del río Benéjar. Estamos a la sombra del puerto de la Ragua,
oliendo la Alpujarra.
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Marquesado del Cenete: 1. adj. Se dice del individuo
de la tribu berberisca de Zeneta, una de las más antiguas y principales del
África septentrional. |
Se sale del pueblo atravesando una zona
bastante caótica y confusa de eras o de l o que parecen eras, superficies allanadas y sujetas a la pendiente
con muros de piedra. Tras pasarlas, encontramos el camino que en fortísima
pendiente y entre almendros, lleva al castillo. Castillo de la Cava o Caba. De
fábrica califal y que tuvo su mayor auge en el siglo XI cuando hizo de frontera
entre las taifas de Granada y Almería. Quedan de él algunas torres, muros y un buen aljibe
de tres naves unidas entre sí. Y gracias a su posición eminente, tiene también unas vistas
importantes: justo debajo el pueblo de Aldeire, detrás la sierra con las
alturas que llevan al Ajolí y al Picón de Jérez. Por la otra parte Lacalahorra
y su castillo, los llanos cubiertos de placas solares y en lo hondo del
horizonte las sierras de Mágina, Cazorla, Sagra y Baza.
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Las eras de Aldeire |
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remontando las primeras cuestas |
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Colectivizando almendras camino del castillo |
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El castillo con sus muros de tapial y sus mechinales |
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Lacalahorra y su fortaleza defendida hoy por las placas solares |
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Sierra Mágina detrás de las cárcavas de Guadix |
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Sierra de baza, al fondo las de Cazorla y Castril |
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la boca del aljibe |
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Charches y los molinos |
Hoy la falda de la sierra está ocupada por un
extensísimo y denso pinar, de un verde intenso y uniforme, sin apenas calvas ni manchas de
otro color. Se aprecia como el bosque termina de forma llamativa en una raya
horizontal que se dibuja al mismo nivel por toda la falda de la sierra. Por
encima de ella ya no hay árboles, sólo piornos, enebros y sabinas rastreras, y aún más por encima pedregales y nieve en su tiempo. Es una línea biológica que marca la
altura máxima a la que pueden crecer los pinos.
Los grandes pinares son un bosque artificial. Una intensa y abusiva utilización del suelo (pastoreo, carboneo, talas, etc.)
había acabado con la cubierta forestal a principios del siglo pasado. La desertización avanzaba. Pero desde
los años cincuenta se iniciaron campañas de repoblación que hoy, felizmente, aportan verdor
al paisaje y protegen el suelo. Fue muy bueno lo que se hizo pero hoy, que se
valoran además otras cosas, nos parece un paisaje poco vivo, con muy poca
diversidad. Bajo la impenetrable masa de pinos sólo se ven rascaviejas y algún que otro
chaparro en los cortafuegos y escasos claros, álamos en los barrancos.
Se planto con una densidad muy elevada, la lucha por el espacio y la luz es
intensísima y además de impedir el crecimiento de otras especies está ya
perjudicando a los propios pinos que se amontonan estorbándose los unos a los
otros, débiles y sin poder crecer. Las entresacas que ya se han
iniciado, favorecerán la naturalización del monte y la biodiversidad.
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Los pinares del Marquesado |
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Las últimas rampas |
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Pinares y nieve |
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Caminando |
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Parecía que ya se había ido definitivamente el verano |
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Pinares y más pinares |
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Otra fuente que se llamará "de la teja" |
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Rascaviejas y al fondo la línea de altura que alcanzan los pinos |
Poco a poco avanzamos por la pista forestal hasta
alcanzar el río Benéjar, venido directamente de las cumbres y los deshielos. Desde
aquí la ruta es un agradable y sombreado paseo a la orilla del río. Centenarios
castaños de troncos impresionantes jalonan el camino. Todavía no estaban de otoñada,
les faltaba un par de semanas, no así a los chopos y álamos. Sus
colores rosados, dorados y amarillos destacan en el fondo verde del pinar
trazando la línea de los barrancos y arroyos. El cielo gris y algo nublado
acentúa la saturación de los colores. Sí que están los castaños en plena cosecha sembrando el suelo de erizos y castañas.
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Algo de color entre los pinos |
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El otoño llegando por los barrancos |
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las primeras hojas doradas en los castaños |
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Populus nigra y populus alba (chopo y álamo blanco) |
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Las majoletas del majuelo |
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Dos abuelos |
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Ponderando la edad |
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El río Benéjar |
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Entre castaños viejos |
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El puente I |
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El puente II |
Por el río abajo nos acercamos al
pueblo. Queríamos guiarnos por la torre de la iglesia al entrar en el caserío, pero no lo vimos hasta tenerlo encima. Cierta desorientación nos hizo
callejear un poco por el intrincado y oriental callejero. Cuenta Mármol Carvajal, habla de 1568, que “La nueva de como los moriscos de la Alpujarra se
levantaban, y del daño que hacían en los cristianos y en las iglesias” llegó a la comarca el “primero día de Pascua de
Navidad” En un primer momento los vecinos de Aldeire
no quisieron unirse a la rebelión, solicitando ayuda a la fortaleza de
Lacalahorra y a su gobernador Juan de la Torre. Llegaron a refugiar en ella a sus mujeres
e hijos. Pero “fueron
grandes los robos y malos tratamientos que la gente de Guadix les hacían, so
color de irlos a favorecer” lo que unido a la presión de los rebeldes les
hizo cambiar de bando y acogerse al natural suyo. Capitaneaba a los moriscos Jerónimo el Maleh, alguacil de Ferreira, nombrado capitán del distrito por Abén Humeya y
posteriormente confirmado en el cargo por el segundo rey D. Diego López Abén Aboo. Los
moriscos consiguieron sacar a sus mujeres de la fortaleza. Y “mejor les hubiera sido a las moriscas del
Deyre y de la Calahorra que sus maridos
las hubieran dejado estar quedas en la fortaleza” porque el corregidor de
Guadix Pedro Arias de Ávila, “fue avisado
como el lugar estaba lleno de mujeres, y
que había con ellas gente de guerra, y con parecer del cabildo acordó de
ir a dar sobre él.” Pero los vecinos habían sido avisados por moros de
paces de la ciudad de Guadix, y cuando llegó el corregidor “a vista del Deyre ya los moros y moras iban huyendo la sierra arriba.”
Hasta el puerto de la Ragua los persiguieron alcanzándolos y haciendo “más de
cuatrocientos hombres muertos y dos mil almas captivas entre mujeres y niños, y
mil bagajes cargados de ropa. Esta fue una de las mejores presas que se
hicieron en esta guerra y con menos peligro; con la cual Pedro Arias de Ávila
volvió muy contento a Guadix, y los moros quedaron bien lastimados.” En fin…
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Llegando al pueblo |
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La torre de la iglesia de Aldeire |
Algo más pacífico estaba el pueblo cuando lo
encontramos a nuestra vuelta. Sin peligros ni miedos se compraron productos
típicos del país en la panadería del pueblo por lo que sin más pérdida de tiempo
marchamos directos a Lacalahorra, al bar Fermín. Con sólo las tapas hubiéramos
comido de sobra, pero por si el mañana no nos trajera sustento decidimos aprovechar el hoy y pedimos alguna cosa mas, unas patatas, un tomate, unas chuletas… Morcilla no
había, ni otros embutidos, ni jamón para acompañarlo de pimientos que es lo que nos aconsejaron. Y tampoco
había tónica para el gin tonic, cosa insólita y nunca antes vista. Y este fue el
defecto del lugar, lo que no hay. Y que ni la coñada era demasiado coñada ni la
ginebra mucho ginebra (como hubo que beberla a pelo la extrañamos más).
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La primera tapa |
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Servicio de recogida de mesas |
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El refuerzo de las tapas (si, el vino era del mercadona, no había otro, pero estaba rico) |
De resultas de tanta desgracia histórica y del
disgusto de los refrescos, tuvimos que parar de urgencia en el puerto de la Mora para catar
unos roscos y dulces de la panadería de Aldeire.
Para quitarnos el mal sabor de boca de la historia pasada y de las faltas actuales.
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Una urgencia nos obliga a parar en el puerto de la Mora |
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La urgencia |
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El remedio de la urgencia |
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Todo muy rico |