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sábado, 21 de noviembre de 2015

Verea de la Estrella y Cabañas Viejas

Cabañas Viejas

Nos estamos especializando últimamente en ir a los sitios fuera de tiempo, o antes o después del momento óptimo que marcan las instrucciones. Fuimos al Alhorí en septiembre y no en mayo, a los lavaderos cuando apenas había nieve y ahora a esta clásica del otoño en el mes de octubre de un otoño que no acaba de llegar. Es este un comportamiento anarcoide, impropio de nuestra edad y condición que por un lado nos quita momentos memorables pero que por otro nos descubre la cara B de los sitios y evita que caigamos en estampas comunes cien veces vistas.

La  Verea de la Estrella es un clásico del otoño, pero hay que calcular bien el momento de la visita porque la estación se retrasa cada vez más por aquello del cambio climático. En años tan secos y calurosos como este, aún mas. Plantas y árboles, protegidas en lo hondo del tremendo barranco, se resistían a teñir las hojas. Apenas los chopos y los arces lo hacían. Pero aunque nuestra excursión fuera a destiempo y abajo el otoño se resistiera,  arriba, en las alturas de Cabañas Viejas, ya había llegado de pleno. De esta manera en una sola jornada y con el mismo porte disfrutamos de los colores de dos o tres meses distintos. Es la cara B que arriba decía, la cosa distinta que se disfruta al no ir cuando siempre.









La Verea de la Estrella es seguramente la excursión más famosa y conocida de Granada y alrededores. Su nombre le viene de las viejas minas cuyo mineral se trasportaba por ella a lomo de bestia. Es paseo casi para todos los públicos, no tiene dificultad alguna más allá del angosto acceso y de la posibilidad de encontrar alguna vaca o toro en mitad del camino (poca gracia hace encontrarse en aquellas empinadas estrecheces con u bicho oupando la vera con sus seiscientos o más kilos. La otra dificultad que digo es llegar en coche hasta el barranco de San Juan por la antigua vía del tranvía. Está asfaltada pero en la mayoría de los tramos, nunca en túneles y puentes, no permite el cruce de dos vehículos. Los fines de semana de la plena temporada es una alegría conducir por allí.

Recorrimos la Verea en sentido ascendente hasta la altura del Vadillo, desde donde subimos a Cabañas Viejas para desde allí volver por la que en paralelo a la Estrella pero setecientos metros arriba, une la cantera de serpentina y el cortijo del Hornillo. En total poco más de 10 kilómetros y 750 metros de desnivel.

La Verea de la Estrella es un auténtico jardín botánico con una gran  variedad de árboles y plantas. Las dos laderas del barranco son radicalmente distintas. La solana es más abrupta, con menos suelo, más seca y pelada. La umbría es de suelos profundos, mucho más húmeda y fresca, habitada por castaños, quejigos, fresnos, arces y robles. Quien además de andar y criticar al compañero vaya fijándose un poco, disfrutará de una selva singular y poco o nada frecuente por este Sur. Nosotros vamos fijándonos (quizás también criticando al que va un poco arriba o un poco abajo). Pero no se piense que es fácil localizar,  identificar y fotografiar las especies que nos aparecen porque nuestro rebaño es de caminar imparable, nunca espera al que por detrás se detiene. Apenas hay tiempo para fotos fugaces, al salto y descuidadas, que sólo a veces salen como deben.

Arce

Castaño

Abuelos

Avellano

Hiedra ahogando a un roble

Fresno

Robledal

Quejigos


Desde el Vadillo una verea retorcida sube hasta Cabañas Viejas ganando altura vertiginosamente. Las abruptas pendientes amplifican los pocos ruidos del lugar: el agua del río saltando de roca en roca, los cencerros del ganado, algún perro en los apriscos de enfrente… Es en estos desniveles tan estrechos donde más sorprende la agilidad de las enormes vacas y toros que se mueven, saltan y corretean con una agilidad que no se le supone a cuerpos tan enormes.

Cabañas Viejas, que es frecuente confundir y llamar Casas Viejas aunque aquí no hubo tiros que se sepa, está medianamente arreglado y sirve de refugio a los caminantes. Es una cabaña alargada, de piedra, con techo de pizarra. Las vistas son estupendas: abajo por un profundo foso avanza el Genil, enfrente la solana de la loma de Papeles despeñándose simétricamente hasta el río. A un lado Güejar-Sierra abriéndose ya a la vega. Al otro la cara norte de las cumbres donde ya blanquea la nieve. Como antes decía aquí ya es otoño avanzado, los robles melojos dominan el paisaje y ya tienen sus hojas secas, marcescentes, que sólo poco a poco y durante todo el invierno irá derribando el viento.

Subiendo a Cabañas Viejas


Refugio de Cabañas Viejas


Mulhacén

Alcazaba y Mulhacén

Alcazaba




A lo hondo, Güejar-Sierra

Serpentina, musgo y robles



La comida la hicimos en Las Olivillas, a la salida de Güejar. No está mal. Comimos lo de siempre y sin excesos porque tampoco había mucha variedad. La especialidad en choto, que no había.  Eso si, tiene una magnifica terraza con vistas al pueblo y a la sierra. Allí  fue especialmente agradable la copa y el café, al tibio sol de primeros de noviembre que día a día va menguando camino de su muerte y resurrección en diciembre.

Carta "viviente" de vinos

Terraza de las Olivillas

Vistas desde la terraza

Vistas desde la terraza

Vistas desde la terraza



jueves, 22 de octubre de 2015

Majalijar

Cumbre del Majalijar
Situado en un extremo de la línea de cumbres llamada Cuerda de la Gallega, es con 1.878 metros el pico más alto del Parque Natural Sierra de Huétor. Realmente esta capitanía de altura lo es sólo a efectos administrativos pues es el pico más alto dentro de los límites administrativos del parque. Fuera de ellos no porque pegada está Sierra Arana que roza los 2.000 metros superándolos en la cumbre del Peñón de la Cruz. La raya que separa una y otra sierra es inexistente en lo físico, invisible, puramente administrativa y política como las fronteras de la selva o del mar. No es por tanto la altura lo que le da fama al Majalijar, siempre ensombrecido por sus vecinos. La fama le viene por su posición central en el parque y sobre todo por su aspecto bravo y enriscado.

La Cuerda de la Gallega desde el cortijo de Linillos

Los paredones de piedra que rodean el Majalijar

De mañana, octubre


Según se lee en las redes hay cuestiones sobre la propiedad del Majalijar y discusiones por el acceso a su cumbre. Parece que por la parte norte, que es la más fácil y corriente (al sur es un paredón vertical de piedra caliza), es de propiedad particular. Cercas de alambre vallando el terreno y algunos carteles  así lo indican. En los foros de senderismo hay mención a discusiones y problemas, aunque en algún otro he leído que lo que molesta realmente a los propietarios son las motos de dos y cuatro ruedas. No lo se. El caso es que el pasado año 2014 la red de voluntariado del Parque “diseñó” un acceso libre de problemas. Partiendo del cortijo de Linillos asciende por el extremo oeste de la Cuerda de la Gallega y crestea hasta el pico en el otro extremo. Esta fue la ruta que seguimos.

La “ruta oficial” del Parque es relativamente corta y relativamente fácil. La únicas dificultades son algunos repechos bastante fuertes, la ausencia de vereda reconocible en más de la mitad de camino y ya arriba, el suelo calizo y pedregoso  que en algunos lugares, como luego se verá, forma buenas muestras de lapiaces. Hay otro pequeño inconveniente en la ruta que es la señalización, rayas blancas y amarillas indicativas de pequeño recorrido pintadas en piedras y troncos. El problema es que están pensadas para el que sube, unidireccionales. Para el que baja es difícil verlas y como la vereda no está muy marcada es fácil desviarse.

El arranque junto a la C.F. de la Minas, donde empieza la pista del Cerro del Corzo
Tras unos km de vereda clara entre pinos empieza lo bueno con vereda "imaginada"





Enfrente el cerro del Corzo y su caseta de vigilancia

Por tramos los repechos son fuertes
En el claro que amarillea allí abajo está el coche y comienza la ruta


Hicimos nuestro paseo a mediados de octubre en un día de temperatura perfecta en el que solo al parar el airecillo enfriaba el sudor dando un poco de repelús (pero nada del otro mundo). El día no fue demasiado claro, algunas nubes iban y venían formando nieblas en las cumbres. Si perjudicaron las vistas le añadieron misterio al paisaje.

Y el otoño que entraba. Apenas se notaba en las flores del cólchico, azafrán bastardo, tan común en esta época y en el amarillo intenso de los chopos, siempre los primeros en otoñar. Otras señales mas sutiles también lo anunciaban, las setas y hongos (aunque escasas este año tan seco) y las hojas de los quejigos empezando a querer coger sus primeros reflejos dorados.

Choperas en Las Mimbres

Azafrán bastardo, Colchicum lusitanum o Colchicum autumnale,  la primera señal del otoño

Los quejigos quieren empezar a cambiar de color


Toda la parte alta de la Cuerda de la Gallega, incluyendo el Majalijar, es un pedregal de caliza con las morfología del paisaje kárstico. Este tipo de paisaje lo originan los procesos químicos (evitaré detalles que no domino) que hacen que el agua de la lluvia disuelva la caliza y forme surcos, cuevas, hundimientos, etc. En el trazado de este sendero se ha tenido el acierto de  hacer un pequeño desvío para visitar una gran dolina que queda a la izquierda del caminante que sube. Las dolinas son rehundimientos, como si fueran cráteres, formados por el agua que se filtra al subsuelo. Esta de aquí es profunda y de paredes abruptas. En su centro hay un mostajo o serbal, Servus aria, que con sus frutos rojos maduros es una vistosa excepción en el pedregal pelado que lo rodea.

Porque la dolina está rodeada por un extenso campo de lapiaces o lenares. Es este un suelo de difícil andar nacido de cuando el agua forma surcos, a veces muy profundos, agrandando por disolución las líneas de fractura o diaclasas de la losa original de piedra. El resultado es una superficie rajada donde es muy difícil apoyar en firme y con seguridad el pie.

Se adivina el rehundimiento de la dolina



El hueco de la dolina

El mostajo de la dolina

Lapiaces


El cresteo desde la dolina hasta el pico del Majalijar es fastidioso pero sin grandes problemas. Se camina todo el tiempo junto a la valla de alambre que decíamos antes y que en muchos lugares está tirada o aplastada. Una vez arriba en el hito del vértice geodésico, las vistas son magníficas. Estamos en medio de del Parque Sierra de Huétor, encima de Prado Negro y de la zona de las Mimbres. Al fondo y como siempre en estas tierras, las cumbres de Sierra Nevada, al otro lado Sierra Arana, detrás el Peñón de la Mata, la Alfaguara, la sierra de Alfacar y Víznar… A lo lejos y como un pequeño surco, el barranco del Darro pasando por debajo del Maúllo camino de Huétor y del cerro del Sol, más tarde de Granada.

Desde vecinos pedregales nos espían

El peñón del Jorobado irreconocible desde aquí

"Sabeores de vereas"

Entre la niebla nuestro objetivo, el Majalijar

El tortuoso camino de piedra de la Cuerda de la Gallega

Cumbre

Vistas hacia el oeste

Vistas hacia el este

La finca la Ermita, donde están recuperando el cangrejo de río autóctono

Allí abajo Prado Negro y quien sabe donde está ve El jabalí



Enfrente-arriba, las antenas en el Orduña, Sierra Arana


La bajada la hicimos por la cara norte, la “conflictiva”, aunque no tuvimos problema alguno. Una vez que se bajan las primeras y fuertes pendientes pedregosas se alcanza un páramo de aspecto recio y duro. El campo pelado está apenas salpicado de añosos majuelos ya sin hojas ni frutos. De fondo los paredones grises y rocosos del Peñón de la Cruz. Algunas ovejas pastan aquí y allá. Es un paisaje hermoso en su dramática y solitaria aspereza,  como deben serlo sus inviernos.

El páramo bajo el Majalijar

Añosos majuelos

Allá entre la niebla el Peñón de la Cruz

La arriscada cara sur del Majalijar


De vuelta hacia el coche, que estaba aparcado en el cruce donde sale la pista del Cerro del Corzo, pasamos por la cueva de las Palomas que a pesar del nombre es más abrigo que cueva y la consecuencia natural del karst de arriba. Y pasamos por miradores que ofrecen una vista afilada y tremenda, como de volcán solitario, del Peñón de la Mata, raro lugar que fue para la sangrienta batalla que protagonizó hace ya más de setenta años.

La cueva (abrigo) de las palomas

La vuelta, de cara al Peñón de la Mata


La comida en el mesón El Jabalí de Prado Negro. Ya se sabe, apuesta segura. La única duda fue si comer dentro o fuera y la resolvimos salomónicamente, dentro la comida y fuera la copa con el café. Esta vez fuimos avisados y discretos y llamamos unos días antes para que nos guardaran unos rosquillos de anís. Que ricos!

Rosquillos de anís

Sobremesa de charla y copa con Paco, del Jabalí

Aburrido de lo que escucha


Para el final he dejado a una protagonista imprevista que tuvo el día. Por la mañana a primera hora cuando dejamos el coche, había por allí una podenca ya viejecilla y temerosa pero que enseguida se acercó a nosotros (se ve en una de las primeras fotos). Como había otro coche allí, pensamos que sería de alguien que estuviera por los alrededores buscando níscalos. Cuando volvimos cinco horas después, el otro coche no estaba pero la perra allí seguía, junto al nuestro. Al vernos se pegó a nosotros a pesar de que estaba aterrorizada, temblando y con todo el aspecto de un agotamiento total. Ahora sí se la veía perdida o abandonada. En el cuello tenía un collar con un teléfono pero como en ese lugar no había cobertura, pensamos en bajarla a Prado negro y desde allí llamar. La pobre cuando abríamos alguna puerta del coche se intentaba meter dentro desesperadamente. La montamos delante conmigo, mansa y dócil. Cuando le acaricié la cabeza me apoyó el morro en las piernas y entornó los ojos. En Prado Negro le dimos de beber y comer (como comía!) Avisamos al teléfono y al rato vinieron a por ella. Se había perdido cazando tres días antes a considerable distancia de donde la encontramos. Se llama Lucera. Se veía por su tetas grandes y descolgadas que había parido bastantes veces, será su oficio. Todo fue como un poco triste y frío. Los habrá que no, seguro, pero que mal rollo dan los cazadores con sus galgos y sus podencos.

El caso es que Lucera estaba en las últimas. Creo que la salvamos. O no.

Lucera

No podía entrar en el comedor lógicamente, Para que no se asustara y se fuera la sujetamos con el cinturón de la funda de la cámara. Ya le habíamos dado de comer.

Se llevan a Lucera